Hoy
queremos tratar un tema que alguna vez, como dueños/as de nuestros
perros, seguramente hayamos vivido: la frustración. Pero en este
artículo no queremos hablaros de la frustración de nuestro perro
(que también la sienten y la padecen) si no de la que sentimos
nosotros como dueños/as.
Antes
de nada, nos gustaría introducir un poco el concepto: La frustración
es una respuesta de tipo emocional que tiene origen en un conflicto
psicológico. Normalmente, este sentimiento es el resultado de una
generación de expectativas no cumplidas, por simplificar mucho la
explicación.
Durante
nuestra vida nos enfrentamos a muchas situaciones que nos generan
frustración y cuando educamos a nuestro perro (y creo que no me
equivoco al afirmar esto) somos muchos los que nos hemos sentido así
alguna vez. En primer lugar, cuando tomamos la decisión de llamar a
un profesional y ponernos en sus manos para atajar un problema (o
simplemente empezar con un adiestramiento básico), nuestras
expectativas suelen ser bastante altas ¿me equivoco? Si no hemos
trabajado nunca con profesionales del adiestramiento canino, algunas
personas piensan que les vamos a solucionar su vida y la de su perro
en pocas sesiones y que por el mero hecho de contratar estos
servicios, tienen medio camino recorrido. No obstante, la frustración
llega cuando vemos que nuestro adiestrador/a de referencia no tiene
herramientas ni recursos mágicos que hacen que nuestro perro sea de
diez en la tercera sesión. ¿Y cómo gestionamos esto?