CUANDO NOS DEJAN:


Compartir la vida con otro ser vivo es una de las vivencias más enriquecedoras que podemos tener. No es posible poner al mismo nivel las relaciones que tenemos con un humano y las que se dan con un perro, pero tampoco hay que negar las similitudes que existen. Uno de los puntos que nos igualan es la muerte, que nos alcanza por igual. Perros y humanos viven la muerte y la separación, la sufren y finalmente la aceptan.

Podría parecer que cuando hablamos de relaciones perro-humano estemos hablando de algo complicado, especial o extraño. Ni mucho menos: para la relación perro-humano usamos las mismas herramientas y modos de funcionamiento cerebrales que los que utilizamos para las relaciones con otros humanos. Por eso la amistad entre nosotros y nuestros perretes aparece de forma natural para nosotros y para ellos.

Sabemos que la esperanza de vida de nuestros perretes es menos longeva que las nuestras. Esto implica que nos encontremos con emociones intensas, que no pueden medirse y que varia considerablemente de unas personas a otras. Es posible que alguien a quien la muerte de un perro con el que ha compartido 15 años de su vida le suponga emocionalmente mucho más que lo que para otra persona. Aún así, hemos de pensar que si hemos sido capaces de ser amigos fieles durante todas las etapas de su vida, probablemente hayamos ayudado a que su existencia haya sido feliz.